Invitado a la Feria del Libro de Buenos Aires, Bernhard Schlink habló de su última novela, en la que vuelve al universo femenino, tal como hizo en la célebre "El lector". El peso del amor y de la libertad.
La codicia, el amor y los dilemas morales, propios de la obra del escritor alemán Bernhard Schlink, autor de la célebre novela “El lector”, atraviesan también su último libro, “Mujer bajando una escalera”, una intrigante historia en la que aborda la vida de una misteriosa mujer que queda en medio de una disputa judicial y amorosa de la que huye para iniciar un doloroso camino de libertad.
La novela, que se inicia como un thriller, deviene en una historia de amor narrada por un abogado cuya vida se transformará al involucrarse en una causa entre el pintor Karl Schwind y el poderoso empresario Peter Gundlach quien le solicita al artista que realice un desnudo de su mujer, Irene Gundlach.
Con esta obra Schlink vuelve a poner en el centro de la escena el universo femenino a través de una bella mujer que, en apariencia, tiene el poder de seducir y enamorar a su gusto, pero a lo largo del relato esa imagen se irá transformando al develarse los enigmas que esconde.
Los dilemas morales se hacen presentes en esta obra a través de las conductas de Gundlach y de Schwind, que se disputarán el cuadro -que da título a la novela- y a la misma Irene, como si la pintura y la mujer fueran trofeos.
El amor, como un sentimiento esquivo, que en Schlink se revela a veces como destinado solo a ciertos mortales o negado por elecciones o decisiones equivocadas, también ancla en esta historia, donde Irene pone en cuestión el rol reservado a la mujer por la sociedad patriarcal.
Si bien Schlink se hizo conocido mundialmente con “El lector” -novela traducida a 39 idiomas que fue llevada al cine-, el escritor inició su carrera con libros policiales que tienen como protagonista al detective Selb. Con “El nudo gordiano” ganó el premio Glauser en 1989, y también publicó los cuentos de “Amores en fuga” y “Mentiras de verano”.
Además de escritor, trabaja como juez en la corte constitucional de Renania del Norte-Westfalia, y es profesor de Historia de la ley en la Universidad Humboldt de Berlín. Visitó la Argentina en 2005 también para la Feria del Libro y ahora llegó nuevamente a Buenos Aires para presentar “Mujer bajando de una escalera”.
– La idea de amores esquivos o imposibles son una constante en sus obras, ¿cree que la perdurabilidad del amor es un utopía o hay en el ser humano una tendencia a equivocarse en las elecciones de pareja?
– Hay un autor que dice que “nada es más poliformo que el amor”. Hay amores que funcionan y se pueden lograr, y como funcionan, perduran. También hay amores que funcionan y que no perduran. Asimismo hay amores que, desde el principio, vienen ligados a la infelicidad y al fracaso. Creo que hay gente que puede amar mejor y otros que tienen dificultades para amar, y hay personas, como el protagonista del libro, que aprenden a amar muy tarde.
– En el caso de “Mujer bajando una escalera” Irene pone en cuestión el rol tradicional de la mujer, ya que se revela como esposa, como musa, y como “princesa”, como ella se define en un momento. ¿Cree que la mujer lidera el lugar de la ruptura de estereotipos para lograr su libertad, aunque tenga que pagar un costo alto por ello?
– Creo que todas las libertades que obtenemos, en todas las instancias, las tenemos que ganar por nosotros mismos. Cada uno puede ser más dado o menos dado a los cambios y rupturas, pero a la libertad nunca nos la dan otros. Eso vale tanto para las mujeres como para los hombres.
– Con la decisión que Irene toma busca su autodeterminación como mujer.
– Pero no una autodeterminación para tener una vida irresponsable, sino la de tener una libertad para poder asumir una responsabilidad por su propia vida.
– ¿Fue la pintura cubista de Marcel Duchamp de una mujer que se desarticula al bajar la escalera lo que lo inspiró a escribir este libro?
– No fue Duchamp sino el pintor Gerhard Richter, que trabajó sobre la obra de Duchamp y pudo seguir mostrando esa mujer que baja la escalera en forma real, diferente de cómo lo hace Duchamp. Hace muchos años vi por primera vez la pintura de Richter en un museo de Colonia -Alemania- y desde entonces tengo la postal en mi escritorio, y es realmente fantástica.
– Irene escapa de Alemania cuando se produce la reunificación del Este y el Oeste, ¿por qué eligió ese momento de huida en la novela?
– Irene, por su pasado ligado a un grupo terrorista, no estaba protegida en la República Federal Alemana. La República Democrática Alemana albergó a los terroristas y los protegió en el momento en que no existía la Alemania Oriental, y como luego de la reunificación cada individuo estaba sujeto a la jurisprudencia de la justicia penal de la Alemania Occidental, Irene tuvo que irse, porque de lo contrario la hubieran juzgado y condenado.
– El pasado y la idea del “cómo hubiera sido vivir de otra manera” aparece de forma recurrente en sus obras. ¿Esta característica dialoga en esta novela con el arrepentimiento o con el juego literario de la imaginación?
– Irene le ofrece la oportunidad al protagonista del libro de que le cuente cómo habrían sido sus vidas si hubieran huido juntos. Creo que en las decisiones importantes de nuestra vida no hay algo que sea correcto ni equivocado. Vivimos de una determinada manera, podríamos haber tenido vidas distintas de las que tenemos. En este juego con las posibilidades nos vemos en lo que hacemos y también nos vemos en lo que no hicimos y hubiéramos podido hacer.
– ¿De qué manera su tarea como juez ha influido en su literatura, y en cuánto la literatura enriqueció su trabajo judicial?
– En múltiples formas. En realidad la literatura tiene que ver con las múltiples posibilidades que tiene el ser humano, y la justicia con los límites del derecho. La literatura que escribo siempre trata problemas morales, las consecuencias de responsabilidades y culpas, que si bien son temas de la justicia me gusta abordarlas en novelas y cuentos. Y el proceso de escribir también tiene similitudes en ambos ámbitos, donde hay una búsqueda evidente de claridad.